Benhur Sánchez Suárez
PARADOJAS DEL ENCIERRO
Es paradójico que después de seis meses de pandemia, de cuarentenas y decretos de aislamiento, de centenares de muertos, de millones de contagiados, de tapabocas siempre puestos, de distanciamiento y lavados de manos, etc., tengamos que descubrir con tristeza, como experiencia de estos meses desafortunados, que el camino de la colectividad, de la orden general, no ha sido la mejor decisión para detener la debacle, y menos impuesta por decreto, a la sazón con desconocimiento de la realidad.
Gobiernos afanados por ser los primeros en las decisiones tomadas o en
mostrarse más activos que los demás, decretaron cuarentenas salvadoras, para
luego devolverse al descubrir que sus economías comenzaban a flaquear
ostensiblemente, a incrementar el número de pobres, a mostrarse la ineficacia
de los gobiernos para controlar la pandemia y, por lo tanto, a verse que
improvisaban directrices sin respaldo científico alguno.
El resultado desastroso ha sido el del aumento de contagios y del índice en
las estadísticas de muertos, cuya curva comienza a subir como en el esquema de
una etapa del Tour de Francia.
Y en la otra orilla, pueblos indolentes y evasivos, cuando no ignorantes,
desafiando la suerte con la arrogancia de los superhéroes, desobedeciendo las
instrucciones y los protocolos establecidos para minimizar la muerte.
Entonces, la paradoja se establece cuando los gobernantes dejan la
responsabilidad de los enfermos y el aumento de los contagios en el criterio de
los ciudadanos: ahora el fenómeno es el compromiso personal por que cada uno de
nosotros, querámoslo o no, debemos ser consciente de nuestro destino.
En el fondo siempre ha sido así, sólo que, con el embeleco de la pandemia,
han brotado los autoritarismos inesperados ante la impotencia de imponer la
autoridad. Policía, bolillo y bala. De un lado gobiernos prepotentes y del
otro, pueblos ignorantes y sumisos.
Con la pandemia nos empezamos a rebelar como somos, a mirarnos con más
sinceridad para descubrir que estamos inmersos en un paisaje sobrecogedor.
Somos una sociedad que ha sido narcotizada, empobrecida y equivocada en su
futuro.
Se necesita hoy comenzar a trabajar en lo que debimos trabajar desde el
principio: formar una sociedad con criterio y capacidad de decisión. Por eso,
la educación es la única solución posible, mientras la ciencia nos provee de
vacunas confiables para derrotar definitivamente el enemigo invisible.
El niño y el joven deben aprender que son responsables de su salud y la de
su núcleo familiar. Cuidémonos nosotros y no por decreto.
Como la responsabilidad la dejaron en nuestras manos, lo más probable es
que no se comprometa a la sociedad con nuevas cuarentenas porque llevarían a la
ruina el desarrollo económico del país.
El problema ya no es del conocimiento sino de la economía, que es sustento
del poder.
El Nuevo Día, Ibagué, miércoles 14, 2020. (Foto: Estragos del encierro)