28 de septiembre de 2011

EL FIN DEL NINGUNEO DE NUESTRA DIÁSPORA. 
Por: ALBERTO BEJARANO ÁVIL
Ibagué más que un territorio físico es una “nación” de cuyos moradores muchos han tenido que dispersarse por el mundo (la diáspora). La falta de oportunidades, la violencia, la exclusión, el abandono y sobre todo la rancia indolencia y la carencia de proyecto político (visión de futuro) municipalista y regionalista ha obligado a que decenas de miles de ibaguereños hayan tenido que emigrar a otros países en busca de mejores horizontes. Pero he aquí una de esas ironías que deberían dar vergüenza: cuando los ibaguereños emigrantes, cuando nuestros coterráneos en la diáspora viven penurias, sufren dolencias, experimentan tragedias o fallecen en lejanía, entonces se hacen invisibles a los ojos de los dirigentes ibaguereños, los desconocen, los soslayan, los ningunean y en cambio sí visibilizan o elogian a aquellos que obtienen éxitos; en esos momentos de “vacas gordas” si son “hijos del terruño” y para ellos si existe la solidaridad, esa extraña solidaridad con el exitoso que se le niega al que sobrelleva desdichas.
Ellos, los emigrantes, nuestra diáspora, en verdad si son solidarios y justos con su Ibagué, ellos con sacrificio envían puntalmente remesas para ayudar económicamente a sus familias y de paso al comercio local, ellos gestionan cooperación internacional para sus comunidades de origen, ellos están atentos y preocupados por nuestros problemas cotidianos, a ellos les duele nuestro atraso y desesperanza y ellos sufren de inmensa nostalgia que los hace soñar con el retorno para construir aquí, de manera compartida con nosotros, sus sueños legítimos, sus dignos proyectos de vida y la reconstrucción de sus núcleos familiares.
¿Por qué tanto ibaguereño y tolimense tiene que irse a otros países o regiones colombianas? Porque nuestra sociedad ha sido incapaz de ofrecer oportunidades a los suyos, porque somos indolentes, porque les negamos perspectiva de futuro, porque somos insolidarios, porque somos indiferentes, porque no tenemos acervo humanista ni sentido de cohesión y porque no tenemos futuro claro como comunidad concreta en un mundo de comunidades concretas y, asunto raro, por el foráneo no escatimamos preocupaciones, le brindamos garantías, solidaridad y privilegios, nos le revelamos como territorio de promisión y le ofrecemos reverente acogida. Si nuestra sociedad, al menos, exteriorizara esos mismos equilibrios afectivos y solidarios con los suyos, entonces podríamos pensar que aquí otro futuro si es posible
Llegó la hora de poner fin al desconocimiento y olvido de nuestra diáspora, de negarnos al ninguneo del emigrante, de tender puentes familiares y sociales, de aprovechar sanamente su potencialidad, experiencia, talento y conocimiento. Llegó la hora decrear un Centro Municipal de Comunicaciones para que los padres de aquí se puedan encontrar virtualmente con sus hijos ausentes, de instituir la Oficina de la Integración Ibaguereña o de los hijos en la distancia con los hijos presentes, de crear un fondo de ayuda a la repatriación del emigrante en casos de extrema calamidad o fallecimiento, de catalogar el talento ibaguereño disperso y de ofrecer facilidades y oportunidades para el retorno y el reagrupamiento familiar.